jueves, 8 de marzo de 2012

GANADORA DEL CONCURSO DE NARRACIÓN 8 DE MARZO


Especial

Ella era especial.
Entró en mi clase de tercero de primaria severamente agarrada a la mano de alguna profesora que se encargó de presentárnosla. La niña estaba aterrada y entretenida intentando esconderse detrás del cuerpo de la que,nos estaban explicando, sería su tutora personal.


Su barbilla era prominente, sus ojos almendrados y estaba regordeta. Tenía el pelo muy fino y recogido con una gomilla y un lazo azul marino que se arrancó en la primera hora de clase. Hablaba atropelladamente, ceceaba y cuando sonreía enseñaba todos sus dientes mientras desaparecían sus ojos de tanta carne que tenia en los mofletes.


La niña tomó asiento. Su tutora dejó que ella misma se integrase sin más interrupciones.


El experimento salió mal.


Todos los niños de su alrededor movieron sus sillas y pupitres para alejarse de ella, ayudándose de sus manos y rodillas. El rechinar del mobiliario arrastrándose por aquel viejo suelo le provocó una mueca asustada que contuvo a cambio de una forzada expresión de orgullo.


De vez en cuando alguno de nosotros la examinaba de reojo. Observando y comparando sus rasgos frente a los nuestros.


No solo era especial. Era diferente.


En el recreo se pegaba a un grupo de niñas que jugaban simulando no notar su presencia, hasta aquel día en que se plantó delante de mi. Robusta, con los pies fuertemente clavados en el suelo, los puños cerrados y los brazos tensos, como un cohete a punto de salir disparado, tomó aliento y dijo:


"Loz reyez me han traído un perrito. Ez grande ahora, porque loz reyez me lo trajeron en diciembre, claro, y ze ha puezto baztante gordo, como yo."


(Sonrisa de oreja a oreja, desaparecen sus ojos.)


"Ze llama Balú y ez marrón. Mi madre dice que debo encargarme de él; ponerle la comida, bañarlo, zacarlo de pazeo... ¡Ezo ez muchízimo trabajo! Pero como zoy ezpecial.. no tengo maz remedio que hacerlo, claro."


(Mohín de resignación, relajación del cuerpo y balanceo sobre sus talones).


"Dice mi madre que azí demueztro que zoy capaz de zer rezponzable, como cualquier madre del mundo. Mi perro ez muy bueno pero como ez muy grande, a veces no puedo manejarlo, zobre
todo cuando lo pazeo. Él hace lo contrario de lo que yo le diga ¡ziempre! y tira fuerte de la correa pero... ¿te cuento un zecreto, amigo? He dezcubierto algo. Zi intento cogerle, él zale corriendo. Pero cuando le doy la ezpalda y hago como zi me fuera zin él, ¡ze viene detráz mía! azí que, zin que mi madre lo zepa lo zaco a pazear zin correa ziempre y azí ez todo más fácil."


Acabó de contarme ésto, y me guiñó ambos ojos por no ser capaz de controlarlos por separado.


Al día siguiente cambié de sitio en clase. Elegí el más cercano a ella, e hice rechinar las patas de mi pupitre y mi pesada silla, pero en este caso, en una dirección que nadie esperaba. Me senté a su izquierda y de allí no me movería en todo el curso.


De vez en cuando, adelantaba su cuerpo para mirarme y sonreír sin levantar su lápiz del cuaderno, otros muchos días faltaba a clase.


Aquella niña dejó más huella en mi vida que cualquier otra persona. No hay día que no recuerde su forma de cecear y sonreír y en la suerte que tuve de crecer junto a ese pequeño genio. ¿Se
acordará ella de mi?


Carmen Nagy. 1º de Dietética



1 comentario:

  1. Espléndido. Me ha encantado. ¡Te mereces ganar!

    ¡Un saludo!

    Daniel B.M, 2ºEEC.

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